martes, 7 de octubre de 2014

Llaves - Héctor García


Le voy a contar un secreto: tengo la facultad, por cierto bastante peculiar, de encontrar en mi bolsillo, y al primer intento, la llave indicada para abrir o cerrar la puerta que se halla frente a mis narices en un determinado momento. Por supuesto, la única condición necesaria (algo no trivial, como podrá apreciar), es poseer la llave adecuada.
Usted dirá que, más que peculiar, esta facultad es algo estúpida. Permítame entonces introducir lo que algunos dan en llamar, quizás de forma impropia en estos casos, "condiciones de contorno". Si su llavero consta de cincuenta y dos llaves, y si además el tiempo, o el clima, o su esposa, o su marido, o su amante, o su jefe (o todo eso junto, o cualquier otra cosa o combinación de cosas) apremia, sabrá ver que esta habilidad inclina la balanza más en favor de la peculiaridad (y, sobre todo, de la utilidad) que de la estupidez.
No obstante, tal vez pueda usted seguir en su postura acerca de la futilidad de mis poderes. En ese caso déjeme agregar algunos detalles que, con suerte, harán que cambie de opinión. Resulta que este don no se aplica solamente a puertas de edificios y de vehículos en general, sino a todo tipo de cerraduras: hablo de candados (de bicicleta, de moto, de auto, de lo que se le ocurra), de cofres, de cajas fuertes, de armarios, de casilleros, de tanques de combustible, de motores, de turbinas... y la lista podría seguir indefinidamente.
Si a esta altura aún no le he convencido, deje que me explaye un poco más. Dígame, ¿cuántas veces ha oído hablar de bocas cerradas, de mentes impenetrables, de corazones herméticos? Ante cualquiera de estos obstáculos, el mero uso del gesto indicado (ya sea una mirada, un sonido, un suave movimiento de manos o la más sencilla de las palabras) equivale para mí a una llave con la que acceder, de forma prácticamente instantánea, a todo tipo de confidencias. Créame que, gracias a esto, puedo incluso doblegar la más férrea de las voluntades y alterar los sentimientos y los pensamientos de la gente a gusto y placer. Basta, como ya dije, con tener la llave correspondiente. Si, por ejemplo, finalmente le he persuadido sobre este asunto, querrá decir que entre estas palabras he utilizado la indicada para ello.

Acerca del autor:  Héctor García

1 comentario:

Mayra dijo...

Me gustó mucho el cuento. Un poco oscuro el final, pero creo que eso lo hace más valioso!