martes, 7 de enero de 2014

Extrañando - Paula Duncan

La seguía extrañando; desde que se separaron, las horas se habían vuelto densas y pegajosas, nunca terminaban de irse.
Después del evento del “debut”estuvo tres extraños, confusos, y amargos días encerrado en su cuarto, lugar en donde la extrañaba menos; desde ahí construyó mágicos castillos con inmensos parques donde volvían a estar juntos; todo era amor y dulzura; pero la imaginación dejo de darle refugio cuando se terminó su licencia, el doctor dijo que ya estaba en condiciones de retomar sus tareas habituales con el consabido plan bien aprendido y por las dudas unos apuntes; que en principio le ayudarían.
El desayuno previo a su vuelta al trabajo fue deprimente, él estaba habituado habituado a otras cosas, medialunas por ejemplo, se conformó con algunos mates amargos y cuatro delgadísimas tostadas con queso blanco; al salir pensó: “con esto muero de hambre hasta el mediodía”, antes de entrar a la oficina se compró dos manzanas como le indicaron.
Su corazón estaba afligido; en el solo había lugar para ella, todo lo demás era cartón pintado, los días se habían convertido en un desfile de horas vacías, vagando por un largo y tenebroso pasillo; se sentía desvalido, sin ella la vida era una amarga sucesión de acontecimientos sin brillo ni placer.
Hacia el fin de semana lo invitaron como siempre a las habituales reuniones de amigos; se excusó diciendo que había tomado otro compromiso; en realidad sólo ansiaba volver a su casa apagar todo sonido que la recordara, hasta el de la máquina de café, y así en silencio, cerrar los ojos y rememorar los momentos en que ella había sido la reina de su vida y le endulzaba cada momento; pero fue peor a poco de haberse recostado en el sofá del living, su boca comenzó a necesitarla de tal manera que hasta el pulso en la vena de su frente se hizo notorio, tenía la garganta seca y una especie de garra atenazaba sus órganos hasta hacerlo gritar de dolor.
se levantó por un vaso de agua fresca… su heladera estaba interiormente vestida de manera extraña, agua algo de fruta, queso untable descremado ,unas fetas de jamón y gelatina se preguntó ¿gelatina? nunca le había gustado pero era tal su angustia por buscar algo fresco que eligió una de cerezas y la comió de un tirón.
Anduvo deambulando por la casa como un zombie, sin tumba a donde volver; así paso el sábado; el domingo unos amigos lo invitaron a un asado, no fue les dijo que no se sentía bien y era cierto, y llegó el domingo por la tarde, solo, deprimido, la noche se avecinaba con tormenta ya se escuchaban los truenos, eso sobrecogió aún más su ya maltrecho ego, por un momento pensó, que nunca podría lograrlo que la vida sin ella no tenía sentido, que tratar de suplantarla sería una traición, sería como vivir con una copia falsificada.
Abrió la ventana, tomó aire; el olor a tierra mojada le trajo recuerdos de su infancia en el campo, Pensó” hice todo el secundario con copias de libros y me fue bien, el cuadro de la entrada no es original, pero le gusta a todos, podría probar; si esta mala copia me deja vivir algo más tranquilo no sera tan mala”.
Se dirigió a la cocina decidido a encender la maquina de café, y se entretuvo hojeando una revista;cuando el aroma invadió la estancia se decidió; fue hasta la alacena corrió hasta el fondo el azúcar y sacó de un frasco dos sobres de edulcorante...”

Acerca de la autora:   Paula Duncan

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