jueves, 2 de enero de 2014

Al paso de las estrellas incendiadas - César Bandín Ron


Mamá siempre habla de Proust: que Proust esto, que Proust lo otro. Desde que papá se fue ella no hace más que leer. La dejo leyendo cuando salgo para el colegio y la encuentro leyendo cuando vuelvo. Perdoname, tesoro, me olvidé de hacer la comida, me dice, a veces. Pero a mí nunca me importa, en realidad me gusta que nos preparemos juntas cualquier cosa y después pasemos la tarde así, como ahora, ella en el sillón y yo sobre la alfombra, cada una con sus libros. Porque mamá me fue comprando un montón de libros para mí, para que “me vaya armando mi propia biblioteca”. Alicia en el país de las maravillas, Moby Dick, Cuentos de la Alhambra, El príncipe feliz, Cinco semanas en globo, Jane Eyre…, la mayoría con ilustraciones maravillosas, perturbadoras, en las que las historias cobran vida y uno se enfrenta con un rostro posible para los personajes.
Por supuesto que me asusté cuando papá se fue. Cómo lloraba, no entendía nada, pero ahora ya me acostumbré a que él no viva más con nosotras. Igual lo veo seguido, los fines de semana y, a veces, hasta se me aparece a la salida del colegio. Creo que papá no lee tanto como mamá, tiene un negocio en el que vende muebles, y le gusta más el cine, me dice. Pero él también es muy bueno conmigo y me gusta mucho cuando hablamos: tiene una mirada, papá, que me tranquiliza, que me hace sentir segura, y a veces me abraza de una manera hermosa. Ayer me dijo que cuando en noviembre cumpla los nueve me va a regalar una computadora. A mamá no le gustó demasiado la cosa, me parece que a ella ya no le gusta nada que tenga que ver con él. Yo se lo había contado entusiasmada, porque me imaginé que tener una compu para mí sola era algo muy bueno. Además, después de todo, para algo los martes voy al curso de Windows. Pero cuando se lo dije, mamá pareció no escucharme: estiró el brazo y me dijo Tomá, te compré el libro sobre cometas que me habías pedido. Después nos sentamos juntas y los copiamos. También había traído marcadores nuevos y otro block.
De todos modos, era tan lindo cuando todavía estábamos los tres juntos. Sin ir más lejos, justo ayer, cuando me senté en la cocina a tomarme sola mi chocolatada con vainillas, al mojar la primera nomás se me vinieron encima, uno a uno, esos maravillosos recuerdos de cuando todo era risas y gritos y juegos, y de cuando yo esperaba, hasta la hora que fuese, a oir sus pasos y recibir después sus besos y su Hasta mañana, mi amor, que duermas bien.

Sobre el autor:  César Bandín Ron

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