martes, 24 de septiembre de 2013

Viernes - Paula Duncan



Algo la despertó esa mañana, no podía determinar si fue su gata o el viento en los postigos; estuvo dando vueltas en la cama remoloneando sin muchas ganas de levantarse, el tibio calor de sus sábanas la invitaba a seguir ahí, saco un pie y sintió en frio del ambiente y lo volvió a meter para sentirse reconfortada, se acurruco, abrazo la almohada y pensó “solo cinco minutos más” y volvió a quedarse dormida.
Cuando despertó salió corriendo de la cama, “¡que tarde es!; ¿cómo no escuché la alarma?”, se vistió rápidamente bebió un café a las apuradas, solo para no salir en ayunas y partió a su trabajo, al llegar a la calle se dio cuenta que algo raro pasaba, casi no había gente, pocos vehículos ningún colectivo; se subió a un taxi que vagaba por ahí y luego del saludo, el chofer le disparó a quemarropa “¿vio? parece que hay un problema con el tiempo, nadie sabe en qué día, mes o año estamos, y creo que hasta el sol esta desorientado, parece el atardecer y todavía no es mediodía”.
Llego a la oficina, en medio de personas aparentemente perdidas, y deambulando sin meta fija; adentro el clima era más o menos normal estaban apurados tratando de terminar su trabajo para poder salir temprano, era viernes y todos tenían planes, nadie hablaba de lo que pasaba afuera.
Trabajo, tomo café, siguió trabajando casi sin cruzar palabra con sus compañeros, ella seguía preocupada por haber llegado tarde, sin ninguna excusa al promediar la jornada, la ataco una modorra inevitable; dejo por un momento lo que estaba haciendo para descansar y recobrar fuerzas, solo fue un instante en que se quedó dormida y soñó, o ella lo pensó así, soñó con un mundo extraño con un sol que aparecía a cualquier hora, con gente que no sabía a qué atenerse y vagaba sin rumbo en una ciudad gris y semidesierta, se despertó sobresaltada y cerrando carpetas, decidió ir a su casa buscando refugio ante tanta locura desparramada en la ciudad, no entendía que pasaba , su mente lógica no se lo permitía.
Al regresar, su casa le pareció algo así como un nido acogedor, escucho música suave mientras se bañaba y ya más relajada se dispuso a cenar liviano como siempre; pescado ensalada y de postre alguna fruta, con el café eligió una película romántica para no agregar problemas a su mente y se fue a dormir.
Durmió de un tiron y profundamente toda la noche, ya de mañana algo la despertó no podía determinar si fue su gata o el viento enlos postigos; estuvo dando vueltas en la cama remoloneando sin muchas ganas de levantarse, el tibio calor de sus sábanas la invitaba a seguir ahí, saco un pie y sintió en frio del ambiente y lo volvió a meter para sentirse reconfortada, se acurruco, abrazo la almohada y pensó “solo cinco minutos más” volvió a quedarse dormida.
Cuando se despertó salió corriendo de la cama, “¡que tarde es!; ¿cómo no escuché la alarma?; justo hoy que es viernes…”

Acerca de la autora:
Paula Duncan

1 comentario:

Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia dijo...

Hola, Paula.
¡Qué viernes! Me encantó tu cuento.