martes, 24 de julio de 2012

Controversia sinológica – Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman


—¿Y quién es ese chino? —dijo don Incoloro Ñandufuz señalando a un rollizo mocetón de tupida barba blanca que aparecía en la foto de la cena celebrada en el restó Q’etonto para celebrar el retiro del fútbol del gran centrodelantero Crespo Villa.
—¿Ese? —replicó Ekinoxio Thorsiros—. Ese es Efem Efremovich Efremov, imposible que sea chino; los chinos son lampiños. —Así como lo ven, Ekinoxio era sinólogo.
—Se equivoca, mi amigo —insistió don Incoloro—. ¿Los chinos lampiños? ¡No me haga reír! El profesor Yantze Huang-Ho, compañero mío en la Universidad de Venado Tuerto, descubrió que los chinos de la Manchuria superior, también llamados manchegos amarillos o borgeanos, poseían luengas barbas, tan extensas como sus uñas de usted, con las que solían tañir complicados instrumentos musicales como el tahir, de seis cuerdas y media enroscadas alrededor de dodecágonos alabeados. Para lograr el sonido soñado ataban la barba al bastidor y, debido a su longitud, torsión y contorsiones, lograban tocar dos cuerdas por vez, sacando sonidos parecidos a los que hace el caftán de un rabino de Odessa cuando se quema en alcohol destilado de la pasta de unos frijoles saltarines manchados que los jasidim importan de México desde el siglo VIII a. C., en la época de la dispersión de las tribus israelitas.
—De un modo u otro —se exasperó Ekinoxio—; ese de la foto es un bashkirio de pura cepa, y no me va a venir a enseñar nada sobre los chinos que yo no sepa. Cuando encuentre un chino con barba, tráigamelo.
—¿Así nomás?
—Tráigamelo así nomás, que se lo compro al peso.
—¿Cuánto paga?
—Chinos con dentadura completa, seis con doce el kilo vivo. Chinos sin dientes, siete con ochenta y dos.
—¿Por qué son más caros los desdentados?
—Porque les tengo que masticar la comida.
—Ah, de acuerdo —dijo Incoloro se rascó la barbilla y volvió a mirar la foto. Estaba pensando de dónde iba a sacar a los chinos, cuando Ekinoxio cambió de idea.
—Bueno —dijo—; tráigame dos, pero que juntos no pesen más de cien kilos.


Acerca de los autores:
Sergio Gaut vel Hartman

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