sábado, 16 de junio de 2012

Los siete trabajos de Hércules García - Daniel Frini


La hija del vasco Arreche era todo para Hércules. Pero para el vasco, García era claramente inferior a su pequeña y no la merecía. Cuando por fin se dio la combinación exacta entre ganas y miedo del novio y condescendencia del vasco, el galán, pudo pedir la mano de Teresa. Arreche lo escuchó callado y dijo:
—Vea, García, va a tener que demostrarme que puede mantener a mi hija. Trabajará para mí durante un tiempo, y si me satisface su labor, después hablamos de casamiento.
Hércules accedió esperanzado.
Debió matar a los doce chanchos del tano Bonifacini, a puros besos de lengua; aflojarle las ruedas al sulky del polaco Pyrik, que lo corrió a escopetazos; poner tinta china al agua bendita de la Iglesia del padre Juan; silbar el tango «Mi noche triste» medio tono mas alto, mientras el vasco le apretaba, levemente, los testículos con una morsa; domar a la suegra del chileno Segovia, que ya había enterrado siete maridos; cobrar cinco pesos de entrada en la mesa catorce, para poder votar en las elecciones del año noventa y tres; y, finalmente, fotografiar en bolas a la intocable rusa Vielisky. La rusa lo sorprendió; pero en lugar de denunciarlo, lo invitó a pasar. García jamás regresó a lo de Arreche. Teresa quedó para vestir santos; y el vasco con una hija solterona y amargada, y sin las fotos de la rusa, que tanto ansiaba.

Acerca del autor:
Daniel Frini

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