sábado, 16 de junio de 2012

Especulagia - Sergio Gaut vel Hartman


—¡No huya! —exclamo. Pero el fugitivo sigue su marcha y cae dentro de uno de los espejos de la galería; se multiplica hasta hacer infructuosa cualquier pretensión por determinar cuál de las imágenes es la original y desaparece en las profundidades del campo visual. Descarto la idea de meterme en el espejo y empiezo a guardar los euros, yuans, dólares y yens que recolecté durante el día en una caja de titanio.
—¿Qué desea beber? —dice el barman.
—Cerveza —respondo.
—Eso no es una bebida —dice un anciano reflejo que aparece inesperadamente y se acoda en el mostrador para dar cuenta de una copa de ajenjo.
—Soy el original; todos los demás son impostores —replico.
—Eso tendrá que demostrarlo —responde al cabo de un rato, cuando advierte que ha bebido hasta la última gota.
—¿Qué clase de especulador cree que soy? ¿No se le ocurrió pensar que yo especulo con divisas para no convertirme en alguien tan patético como usted?
—Estoy seguro de ello. Pero podría haber elegido la ginecología y el resultado hubiera sido similar. —Me contempla, burlón, saca un espéculo del bolsillo y me lo ofrece.
—¡Está loco! —Me levanto para salir, pero el viejo me retiene.
—¿Adónde va? ¿Acaso está seguro de qué lado del espejo ha quedado?
Pienso que el anciano reflejo podría tener razón y me resigno.
—¿Qué estaba tomando?
—Ajenjo —dice el viejo.
—Ajenjo —repito, haciéndole una seña al barman para que llene mi copa. Me pregunto qué sabor tendrá.


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