lunes, 21 de mayo de 2012

Ensayo - Fernando Andrés Puga


No encuentro el modo de decirlo. Le doy vueltas a la idea una y otra vez y no hay caso. ¿Cuál será el límite del sufrimiento?
Si decido empezar el ayuno en señal de protesta ¿cuánto tiempo crees que aguantaré? Sí, una pequeña hebra puede pasar por donde jamás lo haría un camello y eso es espléndido, pero si la aspiras, esa misma hebra puede obstaculizarte la tráquea, cortarte la respiración, matarte.
Decime una cosa, por favor: ¿cuál es la enzima que nos impide dar la voltereta que nos traiga de regreso a casa?
Yo sé que fue maravilloso el encastre que alcanzamos aquel rosado atardecer antes del plenilunio y sé también que no se repetirá. Ya no es más que un recuerdo lejano, externo a nuestras vidas. Por eso es que no me parece adecuado verte indignada porque un pobre salmón laborioso, ajeno ya a tu destino, no logra atravesar tu gutural sendero.
Espero que me entiendas. Si no es así, hacémelo saber. Probaré tantas veces como sea necesario. Al fin y al cabo no son más que palabras.

Acerca del autor:
Fernando Andrés Puga

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