jueves, 5 de abril de 2012

Al otro lado del espejo – Xavier Blanco


A Elisa no le gusta la oscuridad. Ella sabe que esos alaridos que la arañan se esconden ahí, detrás del espejo. Siempre regresan, como insectos que corroen la podredumbre, con sus carcajadas funestas y sus fauces desdentadas. Agazapada entre las sábanas, sus ojos desorbitados sólo son capaces de reconocer su tenue anatomía reflejada en el cristal de la ventana. Necesita chillar, pero el terror paraliza el fluir de sus venas y su garganta se sofoca atenazada por el puño frío del pánico. Gritan sus ojos. Extinguida, esconde su contorno frágil en ese ataúd de los sueños y solloza el silencio de la noche. Intenta dormir pero sólo llora.

Con el amanecer, el miedo huye, se desvanece en el aire. El sol de la mañana chispea en sus ojos. Las volutas de polvo revolotean risueñas y lloviznan caramelos. Con el día llegan esos señores de bata blanca y pastillas azules: “¿han venido esta noche?”, preguntan. Ella niega con la cabeza mientras esconde sus brazos lacerados por la larva del desasosiego. Puede que hoy le quiten las correas y consiga tocar la hierba.

A media tarde deambula cabizbaja por el patio. El ocaso trepida en su dermis. La negrura acecha agazapada tras el horizonte. Ésa que araña su cuerpo y ahoga su garganta, ésa que regresa siempre. Elisa retorna a su habitación perseguida por el aliento de la noche, que resopla en su cuello. Una soledad prepotente cerca su contorno, como si la bolsa amniótica de la existencia se hubiera roto hecha añicos. No quiere dormir. Abre el ventanal. Corta el cordón umbilical que le une a la vida y, retando a la ley de la gravedad, se arroja al vacío. Mientras su cuerpo peregrina por el acantilado de la muerte, su voz diminuta repite sincopada: “están ahí, detrás del espejo”. Queda extendida, garabateada en el asfalto. Yo la vi caer, pero aquí nadie sabe de nadie.

© Xavier Blanco 2012

Tomado del blog Caleidoscopio

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