viernes, 13 de abril de 2012

Agencia matrimonial – Héctor Ranea


Llegó con cierta esperanza, pero al ver el nombre del gerente estuvo a punto de recular: Dr. Ácula, rezaba el transparente en el vidrio. No le gustó, tal vez por alguna asociación que no alcanzaba a identificar. Entró y encontró un hombre pálido besando en el cuello a una mujer en éxtasis.
—En unos minutos estoy con usted —le dijo el tipo, sacándole la boca del cuello a la paciente.
Ella no entendía qué podía hacer un beso en el cuello para resolver sus problemas matrimoniales y sólo se quedó para ver la expresión de placer que la mujer besada estaba experimentando. Por lo que había leído, casi se podría decir que estaba teniendo un orgasmo, pero “eso es imposible en una oficina”, se reaseguró.
—No entiendo cómo un tratamiento físico puede ayudar a mi matrimonio, señor Ácula —dijo la joven después de haberle explicado someramente su caso y que la otra hubiera abandonado el lugar tomándose el cuello y aún sacudiéndose levemente el placer.
—¡Mi querida señora! A veces los problemas en la pareja tienen solución por el lado de la psicología, otras, por el costado de las ciencias médicas. En su caso, aún sin conocerlo detalladamente, me atrevo a decirle que el segundo es el caso. Usted experimentará algo que querrá transmitirle a su marido y él querrá quedarse con usted para siempre una vez que lo haya probado.
—Bien; si usted lo dice, Doctor —y, pensando en la otra, se colocó en posición sacándose la bufanda. Ácula se acercó temblando de placer anticipado. Con tantos problemas matrimoniales de estos mortales, tenía un éxito clamoroso y pingües beneficios sanguinarios.


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