martes, 12 de julio de 2011

La raya - Marcelo Parra


El domingo es mi día preferido.
Mamá me deja dormir hasta tarde y no tengo que bañarme. Desde temprano hay, no sé, como ruidos y olores distintos en casa. Estamos todos muy contentos. Vienen los abuelos a comer. A veces también los primos. Nos juntamos todos en la cocina y mamá prepara una gran picada con queso, salamín y aceitunas, mientras papá hace el asado en el jardín. Los chicos jugamos al patrón de la vereda o a las escondidas.
A mí me gustaba esconderme con mi amiga Ana. Nos escondíamos tan bien que siempre ganábamos: corríamos rápido, cuando no nos veían: piedra libre para todos mis compañeros, gritaba triunfal. Ana me miraba orgullosa, riéndose. Lástima que Ana ya no está. Un día la pobre no se dio cuenta y, distraída, se pasó de la raya.
Los papás vinieron a buscarla a la nochecita y se molestaron bastante con mamá.
-Ay, Porota, hubiera tenido mas cuidado -le dijeron.
Ahora vienen de vez en cuando a verla. Después toman unos mates con mamá y a la tardecita se van.
Por eso ahora mamá cuando jugamos nos dice desde la cocina:
-Chicos, cuidado con la raya.
-Ya sé, maa. Le contesto arrastrando un poco la a, porque ya me tiene cansado con lo de la raya. Como si no supiera.
Además no es que Ana no esté. Está allá, del otro lado. Nos mira con una expresión un poco aburrida, como con ganas de venir a jugar.
También extraño mucho al Pancho. Pero claro, él no podía saber, y una tarde, corriendo una pelota, saltó la raya. Y ahí está, la cabecita ladeada, pobrecito. No mueve la cola ni nada, se pasa las horas echado.
Junto con Ana y Pancho están la tía Bety y un señor pelado. Mi mamá me dijo que es un plomero que hace mucho, cuando yo era bebé, vino a cambiar un caño que perdía agua. No tuvo tiempo de avisarle, dice, y el tipo, buscando la pérdida, se pasó del otro lado. Hay otras personas que no conozco. Las veo más borrosas porque hace mucho que están. Mamá me explicó que ya estaban cuando nos mudamos a la casa. Debían vivir acá antes que nosotros y se quedaron ahí por descuido.
Anoche papá y mamá se pelearon. Papá llegó tarde, después de comer, y se ve que había tomado otra vez porque tenía olor a vino. Mamá se puso a llorar en la pieza. Como no quería escucharla me fui a dormir a la casita en el árbol, donde íbamos a escondernos con Ana. Pancho se enojaba porque no podía subir la escalera y nos ladraba todo el rato.
A la mañana estábamos desayunando medio apurados por el cole. Mamá se quedó en la cama porque se había golpeado un ojo con la puerta. Antes de irme le pregunté a papá:
-¿Pa, qué hacemos los que estamos de este lado de la raya?
A veces me siento en el límite, sobretodo para ver a Ana. Esta linda, pero me gustaba más cuando estaba acá conmigo.
Los otros pasan cerca y me miran, como peces en una pecera.
Ayer vino el tío Luis y estuvo un rato largo hablando con mamá, que lloraba y se secaba con el repasador. Al irse escuché que le iba a hablar a papá.
Después pasó lo de anoche.
Papá llegó muy nervioso y empezó a gritarle a mamá en la cocina. La agarraba del brazo y la sacudía fuerte. Yo fui a decirle que la dejara porque la iba a lastimar. Me empujó a mí también y me golpeé la frente contra el borde de la mesa. Más tarde se encerraron en la habitación y empezaron a discutir de nuevo. Entonces escuché un ruido fuerte, al tiempo que mamá abría la puerta y salía de la pieza corriendo. Papá la agarró del camisón y ya le iba a pegar de nuevo, cuando fui corriendo, lo empujé con toda la requetefuerza y se cayó del otro lado de la raya. Mamá se quedó mirándolo fijo un rato y después me mando a dormir. Pero yo me quedésentado en la cama toda la noche porque estaba muy nervioso.
Cuando se hizo de día fui a la pieza de mamá pero no estaba. La busqué por todos lados pero no la encontré. Cuando pasé frente a la raya la vi ahí, junto a papá, los dos quietitos, mirándome.
Así que me quedé acá, porque todos los demás están del otro lado (ayer vi a los abuelos y los primos).
Este lugar es muy vacío. A veces me siento solo, sobre todo los domingos. Por suerte de vez en cuando viene Ana a visitarme, se acerca al borde de la raya y me sonríe.

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