domingo, 15 de mayo de 2011

Padecimiento - Sergio Gaut vel Hartman & Javier López


Era blanca, hermosa como una diosa griega.
Y ahí yacía, tumbada en mi cama, con una túnica que dejaba tanta piel al descubierto que era imposible no mirarla. Los senos redondos y turgentes, impropiamente elevados para su posición tumbada, como dos pequeños volcanes a punto de entrar en erupción. Los brazos, bien torneados, terminados en unas manos de dedos finos y largos. Y los muslos, contundentes como columnas dóricas, que caían hacia unas estrechas pantorrillas rematadas por unos pies perfectos, pecaminosos.
En eso la belleza serena de Talía no había cambiado un ápice. Era su rostro lo que me preocupaba. De un tiempo a esta parte había perdido su color; ahora se mostraba grisáceo, desvaído, y su piel se había arrugado como si de repente los años, que antes parecía no cumplir, hubieran pasado todos de repente. Sus ojos se estaban apagando, y su mirada era triste, inquietante.
Quizá yo podía haber evitado su sufrimiento. Pero no fui capaz: la minificción es un veneno. Y mi musa, que se había mantenido lozana durante todos los años que escribí ligeras comedias románticas, ahora estaba siendo víctima de todos mis demonios.

Sergio Gaut vel Hartman
Javier López

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