viernes, 15 de abril de 2011

Los besos son un recurso natural renovable - Néstor Darío Figueiras


“¿De quién son las alas que han trazado la coreografía del beso?”, interrogan los sacerdotes de Nnamssus. Los investigadores, en cambio, nos preguntamos en qué segmento del genoma humano está escrito que el beso produce tanto placer; cuál cadena de nucleótidos cifra las instrucciones para ejecutar tan maravilloso contacto. ¿Se perfeccionó a través del método de ensayo y error? ¿Podemos presumir que hubo primitivos homínidos que probaron besarse con un roce de codos? ¿O con un ligero choque de rodillas? ¿O frotándose las palmas de las manos? Como todo el asunto del beso empezó ligado a la sexualidad de los hombres, el uso de la lengua ha sido la primera sofisticación de concepto. No nos sorprendimos al descubrir —gracias a la observación— que han concebido variantes más refinadas para el coito. ¡Enloquecemos cuando esas imágenes líquidas del gran Ojo-Océano hacen vibrar nuestra membrana oftálmica! Pero también advertimos que el beso de tipo social —un simple apoyar la mejilla en la cara del otro, haciendo chasquear los labios fruncidos—, se prestó a algunas bajezas del carácter humano, como la hipocresía o la traición. Nosotros, los sus´smani, tenemos que aprender a besar. La agonía de Nnamssus, el Espíritu Rector de las Sombras Plustrascendentes, nos ha convertido en parias del desamor. Nuestros élitros de peltre, insensibles, se deshacen. Nuestras Sombras desfallecen, agitándose como sudarios arrojados en un coriolis de abandono y soledad. Y ahora, rebuscando entre las ruinas de la Tierra, encontramos que los besos eran tan sencillos de dar y obtener... ¡Como si fueran recursos naturales renovables! En Sus'sma no hay hada parecido. Ni siquiera tenemos labios. Pero ya nuestros genetistas trabajan en la cuestión, decodificando el enrevesado genoma de los últimos hombres para otorgarnos un par a cada uno.

Néstor Darío Figueiras

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