domingo, 19 de julio de 2009

Reunión de cancilleres - Carlos Feinstein


La vi desde la mesa, a través del largo pasillo vidriado. Desde mi posición puede percatarme de los tentáculos rosados que se movían al costado de sus brazos. Mientras caminaba se enroscaron y desaparecieron. Nada era lo que aparentaba.
Los externos eran completamente asquerosos y deformes pero mientras la embajadora se acercaba se la veía hermosa, perfecta, caminaba con aire felino y sus curvas eran pronunciadas, quizás exageradas. Cuando se acercó estiró su mano, pero yo se la rechacé. La idea de tocarla simplemente me resulta repulsiva.
Llenó el aire de feromonas con el fin de descolocarme, provocarme incomodidad sexual o incluso quizás con la idea que me derretiría ante sus encantos. Mis ropas, una formidable construcción de nanomáquinas, las neutralizaron. Ese no sería el único ardid, probablemente ni siquiera era una mujer o tuviera un género. La criaron para ser una trampa sexual perfecta. Una construcción diseñada sólo pensando en mí, en esta reunión. Debía tener cuidado, estos degenerados odian a los naturales como yo. Nos borrarían de la faz del universo si les demos la mínima oportunidad.
Las primeras modificaciones resultaron de la ingravidez en el espacio exterior, pero luego se pervirtieron con el abuso de los experimentos genéticos, convirtiéndose en las bestias que son. Los humanos reales nos encontramos con ellos en la mitad de la nada con el fin de parlamentar y realizar intercambios económicos para mutuo beneficio. La reunión estuvo en el marco de lo programado con anterioridad y conseguí las metas que me habían asignado. Ella se retiró algo molesta, todos sus trucos para doblegarme fracasaron. He escrito mi informe y me dirijo a los tanques de criogenia, es el precio que debo pagar por tratar con la degeneración, mi presencia no puede contaminar a mis congéneres. Seré descongelado para la próxima conferencia de embajadores.
Mi sacrificio se justifica; en la Tierra tenemos la civilización perfecta y bajo ningún punto de vista podemos dejar que los externos nos contaminen. Como antes, cuando teníamos que convivir con los chinos, negros, judíos y otras inmundicias que ya eliminamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno!
El final sorpresivo me encantó.