sábado, 13 de junio de 2009

Ceguera- Olga A. de Linares


Del tipo emanaba negrura, rota solo por estrías de un rojo sanguinolento, que delataban o anunciaban al criminal.

Extrañada, descubrió que solo podía percibir eso, como si estuviera ciega para el mañana.
Inquieta se preguntó si podría darle al cliente una lectura tan temible y, a la vez, tan incompleta. Y, sobre todo, si era prudente realizarla.
Pero callar implicaba perder esos pocos pesos que, por cierto, ni en el mejor de los días alcanzaban para nada.
Además, el de hoy había sido francamente malo.
Porque ya nadie creía en adivinas, en milagros, en premoniciones.
Ni siquiera los adolescentes, que pasaban por su tienda igual que por el Tren Fantasma o la Montaña Rusa, y que no tomaban en serio ni sus propias vidas.
Arrancándola de sus pensamientos, él extendió la mano exigente.
La adivina decidió mentir, inventarle otro destino.
Pero él ya había decidido el suyo.
Y en el preciso momento en que el puñal se enterró en su cuerpo, ella supo por qué, esa vez, no había podido ver el futuro.


Tomado de: http://olgalinares.blogspot.com/

1 comentario:

Ogui dijo...

Se le podría aplicar el viejo dicho, médico cúrate a tí mismo... pero ya es tarde. Muy bueno!