jueves, 25 de septiembre de 2008

Los dos equilibristas - Cristian Mitelman


En la ciudad de Tadmar, al sudeste de Jerusalén, todas las noches, cuando ningún hombre recorre las calles; dos ángeles se reúnen bajo el árbol central de la comarca. Los dos son de una belleza intolerable para los limitados ojos mortales. Nada se dicen; desde la eternidad conocen la misión que Alguien les ha encomendado.
El primero de ellos se encamina a las callejas del mercado (encabritadas al mediodía, silenciosas por la noche) y pasa frente a la casa de Farud, que a esas horas está durmiendo.
Una vaga inquietud lo acosa en su sueño. Al otro día saldrá de viaje; deberá navegar la distancia que media entre dos mares... Será en vano: la barca no llegará al otro puerto; sus huesos yacerán para siempre en la fosa de los peces.
El otro ángel se encamina al Norte, y recorre el jardín de la casa de Zainab, que aún vive con sus padres. Ella atesora una piadosa virginidad. Mañana conocerá al hombre que pronto va a desposarla; de sus entrañas brotarán un guerrero y un algebrista.
La muchacha se sobresalta y sonríe. No intuye que cuando mañana se dirija al mercado, un hombre la estará aguardando. 
Sin alardes, rodeados de sombra y silencio, los ángeles desparraman monedas oscuras y brillantes. 
Esta noche alguno de los dos se detendrá ante tus muros.

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