miércoles, 24 de septiembre de 2008

Burocracia - Jorge Martín


—Prefiero vender mi alma.
—Tiene que poner por garante a toda su familia en caso de incumplimiento de contrato. Una cuota inicial por seguro del ciento treinta por ciento por el monto total más gastos. El monto total lo fijamos por el mercado de almas, que como ya sabe viene en baja. El mercado apuesta a lo seguro, las almas no cotizan bien hoy por hoy.
—¿Alguna opción?
—Se la aceptamos con contrato por un año y de acuerdo a las ganancias renovamos o no.
—¿Eso desde cuándo?
—Desde que ha bajado mucho la calidad. Empezamos a llenarnos de malos de poca monta y entre los indiferentes que les da lo mismo que los castiguen o no y los que les gusta el sufrimiento y piden más ya tenemos suficiente. Hay un puntaje mínimo, aquí tiene si quiere ver, porcentajes por mes, bonificación, etc.
—¿Cuáles son las exigencias?
—Por lo menos extorsión, desvío de fondos, lavado de dinero. Este es el piso. 
—¿Y si no alcanzó el mínimo?
—Puede adquirir en cuotas una nueva vida, en otra forma por supuesto.
—¿Y qué modelos hay?
—Vamos a ver, gusanos de tierra, no de seda, no se convierten en mariposas ni nada de eso, culebras de río, sapos.
—¿No hay otra cosa?
—Los más populares tienen lista de espera. Si adelanta cuotas le puedo hacer un hueco.
—Esto es peor que una oficina del gobierno.
—Esto es una oficina del gobierno. ¿Señor, se siente bien?
De golpe desperté de mi ensueño.
—¿Qué? Si, en que estábamos.
—¿Trajo los papeles? Deme por favor, entre que estamos sobrecargados de trabajo y la cola de gente, esto es un infierno. 
—De haberlo sabido aceptaba ser gusano de tierra.
La joven se inclino hacia mí para susurrarme casi al oído. —¿No le dijeron? A esto le llaman ser gusano de tierra.
Y una estruendosa risa maliciosa sonó en mi cabeza y siguió hasta que me sacaron a los empujones de la fila por gritar que había olor a azufre en esa oficina.
—El que sigue.

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