sábado, 4 de enero de 2014

Y ahora era un Dios - Luis Benjamín Román Abram


En los primeros instantes de su teletransportación al futuro de la tierra no sabía que era más asombroso, el que hubiera conquistado el último campo que se resistía a la física o la inesperada morfología de los pobladores. Hasta que descubrió que no había otro de su especie y su rostro, sumamente hermoseado, ocupaba muchos lugares de la ciudad. Ya sea en pinturas, estatuas y otras formas de evocación claramente vinculadas a la reverencia. En un gran friso, pudo ver que estaba representado con un aura, rodeado de muchos personajes, eran sus ayudantes del proyecto, científicos de todas las razas y lugares que acudieron a su invitación. Eso sí, para su sorpresa, también tenía un lugar su última pareja, con la que salió por dos semanas antes de terminar con ella por sus insoportables cambios emocionales. Concluyó que necesariamente su desplazamiento había dejado tras de sí un accidente catastrófico en su tiempo e incluso volatilizado el combustible para el retorno. Lo cierto era que hacia doscientas centurias había dejado el laboratorio temporal, y ahora era un dios.
  Su motivación principal siempre había sido investigar, no pretendía abandonar su vida, ni causar un cambio en el mañana, solo viajar, ver y regresar. Bastante angustiado, y luego de hacer una serie de gestos de desesperación que nadie veía, ante la pérdida de energía; reajustó elexholograma que le proveía de invisibilidad y continúo su recorrido por la zona. Era muy cuidadoso con sus pasos. Los habitantes, iban deprisa y de manera atropellada. Por supuesto, lo que encontró en este presente esto no podía ser casual. La evolución no era suficiente para aclarar por qué la raza dominante era una especie de mono bípedo. Tras un total de cinco horas terminó de recopilar los datos básicos y regresó a la Peregrina.
   Si solo fuese un futuro alterno, respiraría tranquilo, pero el equipo no detecta nada más en el espacio-tiempo, así que esta es la única línea.
    Confirmó que en la época de su partida había avanzados experimentos genéticos para crear especies, y supuso que él, RA, el halcón, era adorado por los humanos egipcios, agradecidos por haberles dado el mundo.

Sobre el autor: Luis Benjamín Román Abram

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