domingo, 29 de diciembre de 2013

Riburos – Teodoro Valentín


Confiaba en las palabras ajenas. No conocía caminos alternativos, su forma delataba su pensar. Seis tentáculos se sujetaban al cuerpo que se apoyaba en sólo pié. La cabeza sobresalía altiva sobre hombros nada robustos. Su fuerza era la palabra, cuando la emitía se materializaba... sólo algunas horas.
En ése paisaje boscoso coloreado por sol azul transitaba Krul sus días de seisecientas trece horas, rodeado de amigos preparándose para la batalla que se entablaría con el pueblo invasor.
Los humanoides habían llegado del Planeta Tierra, habiéndose deformado por respirar la atmósfera mercurial del planeta, cuya verdadero objetivo no era la invasión, sino el de tomar vivo a uno de los habitantes del planeta para investigar su particularidad de la palabra, robarle su ADN, transportarlo a la Tierra y exponerlo en la atmósfera oxigenada, para llegar a dominar la piedra filosofal de la palabra.
Los Riburos eran los únicos habitantes del planeta K-1803, que convivían en armonía y equilibrio emocional, ya que su comunicación resultaba telepática, no existiendo la privacidad del pensamiento en su proceder, obligándolos a no conservar rencores ni sentimientos contradictorios, producto del poco uso que hacían de la palabra debido a su efecto.
Dado que los humanoides deseaban conservar ejemplares vivos, no deseaban la batalla frontal armada, solicitando una negociación previa, argumentando el engaño de la convivencia como señuelo tentativo.
Dado que aún no sabían que los Riburos eran telepáticos, solicitaron dialogar con el lider de los mismos, ignorando que no existía tal esquema social, cuando todas las temáticas se solucionaban de inmediato con la aprobación general sin importar el lugar de su presencia.
Reconciendo los Riburos que no podían leer las ideas de los humanoides, enviaron a Krul para escuchar y transmitir las intenciones terráqueas.
Al ver los humanoides que un sólo Riburo ingresaba en la mesa de negociaciones, improvisaron un intento de rapto para dar solución a las intenciones fundamentales. No supusieron que se enfrentaban a miles en el mismo instante que encaraban a uno sólo de ellos.
La reacción de los Riburos resutó instantánea, con un simple grito lejano congelaron las intenciones terráqueas, el tiempo suficiente para que Krol tomase la salida de la huída para no exponerse, mientras que destruían a todos los humanoides helando sus corazones. Las armas se desvanecieron ante ácidos nucleicos y sus naves formaron parte de la basura espacial.
Un informe en la Tierra postergó el avance bélico hasta desarrollar naves científicas de mayor potencia que transportasen el ambicioso plan de conquistar el universo.

Sobre el autor: Teodoro Valentín

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