domingo, 17 de febrero de 2013

Palabras en el agua - Paula Duncan


No tengo muy claro cómo llegué a la cabaña. Sólo deseaba un lugar tranquilo donde mi cabeza descansara, y silencio, silencio de los ruidos ciudadanos, escuchar algo de otros sonidos; el rumor del viento, el canto del zorzal de madrugada, la lluvia golpeando con fuerza algún tinglado, llenar mis ojos con otros colores que no fuera el gris cemento, tirarme en el pasto y oler la hierba, sentir el típico olor a tierra mojada cuando se avecina un chaparrón. Poder vivir veinticuatro horas sin mis anteojos; cambiar de realidad., Bajé del tren y fui a ver a la anciana que la alquilaba, caminamos unos doscientos metros por la orilla del lago y mientras yo acompasaba mis pasos apurados de ciudad con los suyos lentos y pequeños, ella comenzó a contarme una historia, de esas que en los pueblos nunca se sabe si en realidad sucedió.
En esta cabaña supo vivir una joven gitana, me dijo; de largo cabello negro, y todas las noches de luna llena caminaba por la orilla del lago buscando a su amor perdido, hasta que parece que lo encontró porque se fue, nunca mas supimos de ella; me dio la llave, algunas indicaciones y se fue.
Entré en la cabaña, deje mis bolsos, en un rincón y así como estaba me tiré en la cama boca abajo, me quedé dormida; cuando me desperté o eso creí, ya era de noche; cené frugalmente y cuando me disponía a leer un rato, ella apareció en la ventana con toda su magnificencia de reina de la noche, puse un chal en mis hombros y fui a la orilla del lago.
El espectáculo era impresionante, miles de luciérnagas volaban alumbrando la noche, algunos extraños personajes que parecían duendes de colores brillantes saltaban y corrían, unas diminutas niñas con alas volaban desparramando brillos, y cantaban dulces melodías, la luna reina total del baile tenia una gran sonrisa en su cara redonda y marchaba en su camino hacia el alba con un niño de rizos negros de la mano.
Toqué el agua y estaba fría, miré mejor y ahí estaban todas las palabras que había buscado durante el viaje, tratando de escribir y ni una sola quedo en mi cuaderno.
Sentí pasos y en la otra orilla del lago, estaba paseando la gitana del brazo de su amor, un hombre moreno, bellos ambos y a sus pies una serpiente, roja como la sangre, pero ellos no la veían de tan enamorados que estaban.
A lo lejos se escuchaba una guitarra que le cantaba al amor en noche de luna llena, miré el lago y parecía una continuación del cielo con tantas estrellas juntas, y seguían los enamorados caminando, embelesados, hasta que se escuchó el galope de un caballo, no les dio tiempo a nada, pasó el jinete con furia y un brillo de sangre amada, baño la orilla del lago y ahí los encontró el alba, juntos para siempre. Volví a mi cama, me arrope bien, sentía mucho frío y me quedé dormida, cuando desperté el sol ya estaba alto en el cielo, en realidad no sabia muy bien si había soñado o lo que había visto esa noche era verdad.
No me preocupé demasiado; recorrí el lago; que de día, no tenia nada de particular, miré los pájaros, admiré los jardines, traté de escribir y nada, mis musas realmente estaban de vacaciones, escuché algo de música, caminé, caminé y volví a caminar alrededor de lago, fui de mañana, de tarde y al anochecer exploré cada centímetro de su orilla y no encontré nada fuera de lo común.
Llegó la ultima noche, al otro día de mañana debía volver a la ciudad, todavía había luna llena, y cuando ella apareció en mi ventana, corrí al lago y…ahí estaban, como la primera noche; el corazón saltaba en mi pecho, quería ver todo y no perderme nada, bailaban los duendes con colibríes dorados; la niñas aladas, marcaban el camino de la luna con sus brillos dorados, las luciérnagas guiñaban sus farolitos de colores y en el fondo del lago, ahí estaban las palabras, fui a buscarlas, no podía regresar sin haber escrito nada, justo cuando estaba a punto de alcanzarlas, resbale, llegue al fondo; el agua estaba helada, pero no me sentía sola los gitanos me acompañaban, y los duendes y las hadas, y dorados colibríes seguidos de las luciérnagas, con farolitos de luces y conmigo… conmigo todas las palabras.


Acerca de la autora:   Paula Duncan

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