miércoles, 29 de febrero de 2012

Los escapularios fantásticos – Daniel Flores


Un cuaderno blanco sobre la mesa. Impecable.
Al abrirlo me pregunto adónde habrán quedado los años quietos, el estanque verosímil, el de la memoria, o todos los escapularios fantásticos que la imaginería del tiempo dispone arbitrariamente. Intento retratar esa quietud del espacio en unos renglones. Con esfuerzo, acaso prisionero de una elipsis, logro acercarme a algo parecido a una tormenta, que luego se desvanece. Aunque pronto resucita embravecida y me arrastra implacable. Allá está la mujer que yo quería, en el espacio irreal de un living paralelo, reemplazando a mi mujer, que ahora fuma y lee sin verme. Y allá los retazos de una camisa que rompió el amor de una luna de miel que tampoco fue la nuestra, y las copas que probamos con labios de otro sabor. Hay un zumbido con la grieta que se abre en ese mundo. La memoria se envanece en el dolor; es como un pozo de agua flotante, con ciclos de opresión y respiro. Y resuelvo, elijo, que tu cuerpo (el de mi mujer) no sea más que un espejismo de fuego que tiembla tan débil en el sillón, como una resonancia, una imagen acústica; acaso el humo que largas por la nariz sea el indicio de un gran acto. La señal de que ahora mismo podría reemplazarte, acaso destruirte, con un sortilegio de olvido.

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