domingo, 13 de noviembre de 2011

El lamento del perezoso – Paloma Hidalgo


—¿Sabe alguien dónde está el señor Savage? —El pobre y lento Quintín preguntaba desconsolado a los que esperaban en una interminable fila en la entrada de la librería, todos negaban con la cabeza. Nadie sabía su paradero exacto; los rumores lo situaban en el interior de la ahora oscura sala; así que pacientes unos e inquietos otros, habían ido tomando posesión del lugar que les correspondía según el riguroso orden de llegada que Bonifacio, el toro, controlaba con esmero. Lawrence, el cocodrilo, ocupaba la primera posición; a su lado Magali, la orangutana y Fabián el jabalí charlaban amistosamente. Al cabo de un buen rato, se abrió la puerta. Firmin, la rata, la franqueaba sonriendo bolígrafo en ristre como siempre desde que Sam —como él le llamaba— le hiciera popular. Después de firmar dos autógrafos a dos jovencitas musarañas alegres y vivarachas, alzó las manos para pedir silencio. Inmediatamente cesaron los murmullos, expectantes escucharon las noticias que Firmin portaba: —El señor Savage ha decidido que su próxima obra se titulará “El lamento de un perezoso”. —Sin escuchar nada más Quintín saboreó su momento de gloria: un perezoso como yo. Aunque Andrew, un vulgar humano llegaría, como siempre, antes que él al casting.

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