viernes, 28 de octubre de 2011

La invisibilidad es cosa seria – Héctor Ranea


Oswald Waldos y su equipo trabajaron por dos décadas en la concreción de un concepto nanotecnológico orientado a la invisibilidad. Lograron esta propiedad en objetos pequeños pero no en personas, ni siquiera en personas pequeñas, como comprobara Oliver Verlio, co-responsable del área de promoción del grupo de Waldos. Pero eso no obstó para que Elenya Nyelea, del área de desarrollo, diera rienda suelta a su imaginación y promoviera la invisibilidad en objetos aptos para los chascos. Así proliferaron las cáscaras de banana invisibles (que provocaban caídas inesperadas a los transeúntes), los vibradores invisibles (que convertían el sencillo acto de sentarse en una aventura quizás erótica) y, peor que todo pero no el último producto de la feraz imaginación de Elenya, materia fecal perruna invisible. Era hasta cómico ver los viandantes quejarse de los olores emanados por cosas inexistentes, pegados a objetos sencillos como el taco de la dama o una valija de un visitador médico y hasta en cierto modo resultaba triste cuando se los encerraban en los loqueros por sus expresiones, aún cuando nadie negara el olor, el cual se atribuía a la mismísima víctima. Cerraron todo el proyecto cuando uno de los damnificados resultó ser el Jefe de la compañía, que no fue advertido de la broma de Elenya. Waldos prometió hacer invisible ciertas partes de su ex—ayudante porque —decía— se había hecho repelús, pero no invisible. Eso dice Waldos…

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