sábado, 21 de mayo de 2011

El Dodo Cuate y Mr. Moisés, el de la Biblia – Javier López & Héctor Ranea


Cuando Cuate, el pichón de Dodo exiliado en Aguascalientes vio que sus padres, tíos, abuelos y demás se tomaron el aliso de primavera, supo que no los vería más, sobre todo porque la madre le había dicho en su lengua que por holgazán no había aprendido a volar y estaba excedido de peso y se quedaría solo eternamente. Por eso se preparó para la próxima temporada con gran ahínco, regímenes de comida y vuelos cotidianos. Quería llegar a esas tierras que los viejos mencionaban como un jardín eterno, tan diferente de esas tierras secas, pero con tanta comida excelente para su imaginación. Comió sólo vegetales. El que más le gustaba era el opiácerum peyotensis; la cannabis amasijans y la hermana de ololiuqui también estaban en su menú de exquisiteces.
Se armó una mochila con estas semillas y esperó el aliso y en cuanto empezó a soplar, levantó vuelo su pesado corpachón y se lanzó a las islas soñadas. Pero llegó a cualquier lado.
Por la siembra de semillas que hizo inconscientemente bombardeando el suelo con sus excrementos desde el aire, se sabe que pasó por el monte Horeb. Allí al cabo de un tiempo germinaron, florecieron, fructificaron y se reprodujeron. La plantación del Dodo inconsciente fue bien conocida por chivos y pastores, pero su secreto fue celosamente guardado hasta que acertó a pasar por allí un pastor para refocilarse con su mujer, apartado de todas las miradas.
En la dulce lucha que siguió, Moisés, que así se llamaba el pastor, comióse varios tipos de esas plantitas y quedóse tieso a dormir la siesta, por lo que la mujer fuese bastante enojada y poco satisfecha.
Antes de despertar, Moisés escuchó que una planta del género Datura ceratocaula le hablaba mientras parecía arder con fuego azul y de varios colores más cuyo nombre no conocía porque los pastores solo manejaban bien el color verde y el azul. Al postrarse, supo que mascar ese peyote que tenía en su boca era bueno y comprendió que todos la pasarían fenómeno si él llevaba estos productos para que todos probaran. Pero de atrás de una piedra, surgió un pequeño norteamericano con cuernitos, blandiendo un anotador.
—¿Qué ves, Moisés?
—Veo una zarza ardiendo. ¿Quién diablo eres?
—Eso. Eso. Detén tu seso. No pienses en regalar lo que puedes prohibir.
—¿Por qué prohibir esta maravilla? ¡Mi pueblo será el más feliz del desierto!
—Pero yo haré pingües regalías si lo prohíbo.
Ante la negativa de Moisés, el hombrecito lo suicidó con una descarga de suero adrenalínico marca CIA 1234 y cosechó las semillas, quemó todo con NAPALM marca CIA 007 y remontó vuelo con su cohete de espaldar marca CIA 2345. Todo procedía de acuerdo a lo planeado en el Pentagrammaton cuando Dodo Cuate, retornando de su perdidoso vuelo, golpeó al enano americano y lo hizo dar varias vueltas de campana con final trágico. Como tenía hambre, el Dodo Cuate se comió al cadáver, pero con su aliento secó demasiado las semillas. Aunque alcanzó a expulsar algunas que pronto germinaron para alegría de los pueblos de la región que crecieron libres de religión y de prohibiciones americanas.

Sobre los autores: Javier López y Héctor Ranea

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