viernes, 26 de noviembre de 2010

Nocturno de tango - Jorge Ariel Madrazo



«Me hallaba solo, disponible, desafecto y tranquilo. Tenía veintiséis años.»
El juego del revés, «Teatro», Antonio Tabucchi.

¿Me creerá si le digo que en esa época yo me sentía extrañamente identificado con el joven solitario, desafecto y tranquilo que se abría paso, sin saber por qué ni hacia adónde, en la escondida región de Kaniemba, Africa? ¿Y que en cierto exacto minuto se sentiría perplejo frente a aquel inglés, Sir Wilfred Cotton, y sus sorprendentes “funciones teatrales”, proezas fantasmales de un ex actor que, roto el hilo umbilical de su vida, reviviría su ayer en homenaje al joven, su único invitado vestido de etiqueta en una residencia al borde de la selva, residencia y a la vez improvisado escenario, verdad Antonio Tabucchi?
A decir verdad, yo tenía veintiocho años y a la inversa de aquel joven me sentía muy poco disponible, sumergido en un océano de intranquilidades. Lejos del sitio, fuera cual fuese, en el que debería estar. Y, claro está, lejos del África que nunca visité.
Por eso, para esconder mi imprecisa angustia, cierta noche decidí mantenerme estático dentro de la oscuridad del salón, allí en la casa familiar, tan lejos del Africa, a sabiendas de que mi camisa blanca recién planchada brillaba como una luciérnaga. Y que desde el patiecito abierto a la luna ella estaría observándola –observándome, aun sin verme del todo- fascinada. Todavía enamorada.
No, no me veías. Pero sí ahora, cuando han pasado muchos, excesivos años. Y en la noche, mezclado con el prestigio vegetal de los arándanos sin duda rojos, se oye un tango.
La camisa que ahora llevo es azul, casi negra. Por contraste, mi cabello es blanco. La sala está a oscuras. Tú permaneces quieta, esfinge tal vez triste, tal vez dolorida ante la silente comprobación de que la rueca llamada vida se desmadeja más rápidamente cada vez, y que ya no eres la muchacha que reía por nada y miraba la luna en orgulloso desafío.
Tampoco estás aquí, es cierto. No estás conmigo desde hace muchos años.
Y sin embargo, sólo ahora puedes verme. Porque estás muy en mi y no ya en un patiecito lleno de luz.
Sólo puedes verme ahora que estás muerta.

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