martes, 19 de enero de 2010

Atardecer en el lago - Paloma Zubieta López


El día languidece y el corazón del bosque se llena de vida. Una ardilla devora bayas sobre un tocón, las mariposas revolotean por doquier y los tordos saltan de rama en rama. La luz se cuela entre las hojas mecidas por la brisa y varias chicharras cantan. Casi en el margen del lago, vemos una mujer sobre la tumbona. Parece que duerme, pero nos sorprende al abrir los ojos, diminutos, en los que se dibuja el sol a punto de ocultarse. Sus cabellos grises enmarcan un rostro delicado y dulce, lleno de arrugas. Contempla absorta cómo la tarde se acaba en este pequeño paraíso. El cielo explota en tonos de rojo y naranja; ella esboza una sonrisa. La vemos mover los labios como si conjurase un hechizo pero no logramos distinguir qué es lo que dice, ha hablado muy bajo. Observamos que tiembla cuando el viento la acaricia y cómo se cubre las manos con una manta. A lo lejos, un trueno anuncia que pronto lloverá. Cuando no hay casi luz, la mujer se eleva y en las alturas, desaparece. La manta queda sobre la tumbona y el silencio invade el escenario: el ciclo se ha cumplido.

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