domingo, 6 de diciembre de 2009

Dip – José Luis Zárate


Dip dop. Nada saben. Dip dop. Me miran mirar el reloj que no tengo y creen que eso lo dice todo de mí. Son las 17 Verde en punto. Sí, señor. Las 21 en cuartos, con 8 tardes. Son las noches nuevas, señor, y no sólo los que son como yo ven hadas todos los días. Dip. Son los tiempos de encuentro. Dop. Y las fantasías cumplidas.
Doy cuerda a mi reloj, hundiendo un filo en mi carne hasta el hueso donde está la ruedecilla esa. Dip hace el filo al entrar. Dop cuando sale. Tsss cuando giro el filo raspando el hueso.
Tardé mucho en comprender que ellas realmente están aquí, que las reciben en todos lados. Hay frasquitos de miel en las ventanas, delicados lechos de rocío entre las plantas, y nos alejan a mí y los míos, dip dop, de que las toquemos (como si pudiéramos).
Ven sus halas diminutas, sus rostros etéreos, arrobados las observan volar entre las horas que no tocaban antes.
No nos ven a nosotros y eso está bien. No nos golpean por vivir en las sombras. Se han olvidado que existimos.
Ellas también.
Bien bien.
Las vemos flotar y olvidar, a veces, las máscaras, las vemos derribar con un gesto los frasquitos y escupir en el rocío.
Las vemos volar en todas partes y permitirse ser en las sombras.
Las vemos y ¿quién va a creernos?
Me dejan solo con mi reloj y yo las dejo a ellas con sus vuelos lentos, con su suave posarse en los bebés dormidos, con sus ojos luminosos.
Ellas y yo, entonces: dip. Dop.
Tssssss.

No hay comentarios.: